IX ÉPOCA

10.3.06

Compañeiro

Ya está. Aquí tenemos la verdadera imagen (il vero icono, o sea, el Verónico) del que un día quiso ser el “compañeiro Soto”. Ya lo ven, tan campante, haciendo músculo ante el ordenata, seguro de que su innegable fotogenia es capaz de resistir cualquier pirueta, sea corporal, social, ideológica o política.
El atuendo, pretendidamente à la page, sugiere intención de actualidad aunque se le queda en lo de la arruga, que era lo que en su día recomendaron sus más conspicuos asesores de imagen y entonces se llevaba. Claro que ya no es su día y se llevan ahora otras cosas. Pero la intención de la propuesta gráfica es innegable y no cabe duda de que se siente cómodo en ese pasado indumentario.
Creo que desea sugerirnos que, tras su no tan larga travesía del desierto por Brasil y el Caribe, está decidido a volver por donde solía, con la naturalidad que da el saberse conocedor de los recovecos más recónditos del escenario, ya escrutados minuciosamente en tiempos mejores.
Lo cierto es que, reflexionando sobre la pose podría decirse que no es provocada. Ante el objetivo, que nunca le traicionó (no como otros, según él), se siente y se sienta seguro, sonriente, sugerente. Parece querer decirnos que ha vuelto, que sabe como arreglarnos esto y que está dispuesto a compartir sus amplios conocimientos con los recién llegados. Y tiene material de convicción, porque también nos propone el contraste entre él, elegido y regalado por la cámara, y los tremendos esfuerzos con que se nos presentan los otros en las fotos: él tuvo doce años de gloria y sus sucesores fueron incapaces de repetir.
Y hay decisión y nulo recato en la pose, porque no le teme, en absoluto, a un entorno al que se sobrepuso y que está decidido a controlar de nuevo. De momento se ha situado en un cómodo lugar de la estancia, cerca de donde está el hardware, mientras hace la gimnasia necesaria para atacar el teclado y ver de volver a sacarle al software unas notas que le regalen el oído.
Ya lo ven, no hay en la foto ni un asomo de duda alrededor del minimalista mobiliario de diseño funcional; no hay muchos elementos para la decoración, como sugiriendo una austeridad que ya se arreglará con el tiempo, supone; no hay, al parecer, mucho que hacer que no sea profundizar en la preparación física, no vaya a ser que la próxima pirueta quede mal en la foto.
Cavilando ante el retrato me asalta la idea de que estamos ante un recuerdo del futuro de H. G. Wells, que reproduce el instante inmediatamente anterior a aquel en que el protagonista se sube a la Máquina del Tiempo, mientras, en el futuro que acaba de abandonar, los morlocs gruñen amenazantes en el interior de la esfinge. Pero, en un pasado que ya visitó como presente, logrará arrastrar el artefacto para poder unirse de nuevo a la rubia eloi cuando el inquietante futuro sea suyo y haya terminado el trabajo de sepultar para siempre a esos feísimos habitantes del subsuelo. ¿No les da la impresión de que no son pesas, sino que sostiene el tiempo en sus manos?
Para él está claro que hay un idílico futuro en el que no habrá morlocs ni elois, y todos seremos “compañeiros”, aunque, claro está, unos más “compañeiros” que otros, no vaya a ser que nos confundamos en la granja de Orwell.

2 comentarios:

Anónimo dixo...

A min o que me gusta deste senhor é a "moda galega" que sempre o ten caracterizado. Se non fixádevos nessa camisa, que estilasssso!!!

Ghanito dixo...

Ten razón Julián Hernández e confeso que utilizo esta frase con moita habitualidade: Contra Soto vivíamos mellor.