IX ÉPOCA

5.5.10

Quietud viva


Una obra, pintada en 1932, de Pablo Picasso alcanza el precio más alto de la historia de las subastas de arte ¡más de 100 millones de dólares! Pocos meses antes, una escultura (1961) de Alberto Giacometti también rebasó el centenar de millones de dólares. Los interrogantes se agolpan. Uno entre cien: ¿por qué alguien paga esa fortuna por un objeto? Miles de respuestas posibles. Decir que es una inversión económica... resulta zafio, cuando menos.

Si al mirar estos dos objetos, obras de arte, conseguimos ver... ¿qué es lo que vemos, qué sentimos? En el cuadro: un hombre, en su pedestal —¡que no puede abandonar!— ve su deseo; la escultura muestra un hombre caminando decidido, adelgazado por la nada que lo corroe y configura.
Vemos aquí, entonces, en ambas piezas, de una manera viva, la síntesis del sentirse: somos deseo y tránsito. Esta vida quieta, a quien la mire y sepa verla, siempre le dará secretas razones para seguir caminando aún entre los escombros de la ¿inagotable? insolidaridad que nos configura.

¿Cuánto vale un sueño que nos anime a mirar incansablemente, a caminar decididos entre las ruinas de un planeta exhausto?
La mirada del artista nos ilumina y reconcilia. (Ciertamente, no todo lo que se nos muestra como arte...).

Gracias Pablo, gracias Alberto. Gracias comprador; tu gesto te hace depositario del mejor de nuestros retratos como humanos: ¡somos frágiles! Y la manera de poner en valor esa consustancial fragilidad humana, por fuerza, está en el pagar lo que has pagado. Para vivir: siempre un deseo, siempre un camino.

(Y el que no sepa ver... ¡que se compre un rolex!)

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