Cinco años y un día

Parece una sentencia, y merecida, por bloguera quisquillosa e irredenta. Mas, no. Hace hoy esa cantidad de tiempo que se estrenó esta blog y yo como modesta cronista virtual. Lógico que me interrogue sobre el por qué de tan duradera tarea (¡sin nómina!). Siempre habrá alguien (yo, al menos) que piense que tratar de recuperar el sentido de comunidad es una tarea ya de por sí gratificante.
Echando la vista hacia atrás por estas páginas (¿habría que decir 'pantallas'? hasta las palabras se vuelven nihilistas. ¡Onde vamo a pará!), tengo la sensación de que sí ha valido la pena el tiempo aquí empleado; no tanto por lo que yo os he ido contando, sino que también por lo que de vuestros comentarios aprendí ¡que no es poco! a pesar de que en algunas (bastantes) ocasiones mi contrarrespuesta haya sido algo vehemente de más. Me enteré, gracias a esta faceta de bloguera, que no somos tan poc@s compartiendo una manera de sentir/mirar esta ciudad de aspecto fantasmático; ¿recuerdan? semanas atrás en un post daba cuenta de unos turistas que se comentaban el uno a la otra, paseando a las doce de la mañana por los alrededores de la Colegiata «parece una ciudad fantasma». Y, ya saben, no pocas veces son los otros los que mejor dan cuenta de nuestra esencia.
Recibo pues esta condena de cinco años y un día, y prometo que intentaré duplicármela para alegría y/o sufrimiento de mis colegas, y también vuestra.

Apreciado, sí, apreciado visitante anónimo, no nos conocemos, pero bastante premio es saber que compartimos, siempre con afecto, un espacio común. Mi agradecimiento a vosotros y a mis cinco colegas.