El que avisa no es traidor

Bueno, bueno, bueno. Si antes se lo digo, antes se ponen a correr para demostrarme que no me equivocaba. Sangran por la herida, sin preocuparse de cauterizarla, porque no saben cómo. Si se toman la molestia –tómensela, por favor– de leerse el “editorial” de El Faro de Vigo de hoy (10-07-2005) verán que lo que desde aquí venimos diciendo refleja la penosa realidad que padecemos. Resulta que el pacto PSOE-BNG que dio la alcaldía de Vigo a Ventura Pérez Mariño “se quebró por el peculiar comportamiento del ex juez”.
O sea, que no “se quebró” por el “peculiar” comportamiento del BNG, defendiendo contra todos su “ordeno y mando” en el urbanismo, que pretendían controlar para evitar que la ley se les llevase por delante su apuesta en Finca do Conde, sino porque Ventura es “un prestigioso jurista”, pero con “una trayectoria política tormentosa”. Y, ya está: todos tan anchos, seguros de que la estupidez general permitirá colar enormidades como esa.
La tormentosa trayectoria de VPM ha sido, por ejemplo, preferir la expresión de la realidad que seguir unas consignas del partido que lo usó como reclamo electoral para el Parlamento Español, que no tenía más objetivo que el de ocultar los gravísimos comportamientos orgánicos que luego pretendió revelar la comisión de investigación sobre la corrupción.
Y, mira tú por donde, resulta que algo muy parecido a la corrupción podría ser que la primera medida de gobierno de Corina hubiese sido encargarle a la agencia Anónimo la inserción de ocho páginas, de la tarifa más cara de publicidad, en el Faro de Vigo, y pasarse varios meses sin contestarle a Ventura sobre la cantidad destinada a ello.
También se habrá incluido en la “tormentosa” trayectoria de VPM, aquel voto particular en contra de la sentencia del juicio contra Amedo y Domínguez, en la que se decía que ni banda armada ni gaitas, que lo de los GAL había sido una cosa de dos “aventureros” financiados por no se sabe muy bien qué empresarios vascos, o algo así. Para el entonces juez de la Audiencia Nacional todo lo visto en la causa revelaba la existencia de un plan, una organización y una estrategia, difícilmente disociables de los aparatos del Estado, por lo que insistió en que había, efectivamente, una “banda armada”. Luego vendrían las inevitables pero pacatas condenas de Barrionuevo y de Vera por andar a jugar con los trastos del brujo y meter la gamba con lo del secuestro de Segundo Marey. O lo de los fondos reservados, que pusieron por las nubes la cotización de la hasta entonces anodina ferretería del suegro del en su día Director General de la Seguridad del Estado, etc.
Pero si quedaba alguna duda sobre la posición coyunturalista del editorialista de Faro, ahora resulta que Corina se ha desvivido por la ciudad, con ocasión de la Volvo Ocean Race, que, como todo el mundo sabe, no sale de Vigo sino de Galicia. Y, que yo sepa, ni una sola protesta ha partido de la boquita pintada de Porro, mientras su jefe y mentor seguía regalándole la oreja y los forros a un Pedro Campos que, al timón del cotarro, se lleva todo lo que puede para Sanxenxo y su Club Náutico. En la publicidad oficial, de Vigo ni pío (alguna vez, como de pasada, y por el qué dirán).
Lo cierto es que la verdad, la realidad constatable y el más elemental sentido común parecen haber dejado el paso franco a la conveniencia material de cada momento, fiándose de que la memoria de la peña es frágil y el poder propio, mucho.
Pero el tiempo es inexorable. Y sus consecuencias, también. El que avisa no es traidor.