IX ÉPOCA

22.9.11

Impotencia ¿tan sólo automovilística?

La amistad obliga; y al cumplir, la amistad se engrandece. Tengo una compañera de trabajo que además es una de mis mejores amigas. Desde que se cambió de domicilio, ahora en las inmediaciones de la Alameda, casi todas las mañanas llega airada al trabajo. Me lo viene pidiendo reiteradamente: «Por favor, cuéntalo; cuenta el incivismo de los conductores y conductoras; pues al volante si que hay igualdad» y cuando dice «igualdad» su tono adquiere tintes de recochineo.

Me cuenta ella que cuando transita por su nuevo barrio al intentar cruzar la calle, día tras día se ve obligada a ceder el paso a los automóviles; cuando ya cansada de esperar decide ejercer su derecho de preferencia, invariablemente es insultada por los conductores además del amago de intento de atropellarla ¡toda una demostración de impotencia ¿tan sólo automovolística?! A saber. Todo ese barrio de la Alameda y su entorno es zona peatonal señalizada con prohibido circular a más de 30 km/h. Me hace especial énfasis en lo de la señalización «¡Hay carteles bien grandes en los que dice 'Preferencia peóns'. Ni puñetero caso. Y como no hay, lógicamente, semáforos pues a correr». La verdad es que puedo dar algo de fe de ello ya que cuando salimos a dar un paseo por su flamante barrio juntas... o corres al cruzar o te tocan el pito además de algún piropo escabroso. No sé calcular a ojo; pero soy conductora, y sé distinguir cuando se circula a 30 y cuándo a más de 50; cualquiera lo distingue. Ciertamente la agresividad al volante también es una de nuestras características de incivismo frente al de otras ciudades cercanas.

Claro que viene a cuento esta reflexión de Enrique Gil Calvo (El País de ayer) del que cito parte del párrafo final: «Sencillamente, la nórdica y la japonesa son las sociedades más igualitarias del mundo desarrollado, y por eso allí apenas hay espacio público para la frustración y la agresividad. En cambio, los países anglosajones son las sociedades más desiguales del capitalismo occidental, y por eso en su espacio público se manifiesta ante todo la envidia, la rapacidad, el resentimiento y la ansiedad por el estatus. Son sociedades presididas por la especulación institucionalizada en sus economías financieras que hacen de la codicia posesiva su primer imperativo categórico. Si los banqueros anglosajones carecen de escrúpulos para lucrarse con la ruina ajena, y esa clase de rapacidad depredadora se pone como ejemplo de éxito social, ¿cómo sorprenderse de que los jóvenes anglosajones también se crean con derecho a disponer sin freno de los bienes ajenos, ocupando el espacio público para saquearlo a placer haciendo impune ostentación de su rapaz avidez?»

La autoridad competente en materia de tráfico algo podría hacer.

(Cumplida, con mucho placer, la encomienda. Y, el denunciar esta agresividad también es una manera de hacer ciudad.)

2 comentarios:

xos dixo...

Eu tamén lera ese artigo e gustárame. Aínda que no tema do tráfico hai que dicir que o que coñezo, Inglaterra, é máis cívica con respecto aos coches.
Para min, o automóbil é o invento humano, (fóra das armas) que máis agresividade produce. Ata unha persoa amable se pode convertir nun cretino integral, ou cretina, desde logo. Non sei se é algo biolóxico/antropolóxico, pero os conductores amosan unha impaciencia xeral para todo, é moi molesto. Sen dúbida, unha parte non desdeñable de agresividade urbana vén do coche, ese invento que nos marca tanto

Pablo Eifonso dixo...

O vehículo é unha coiraza e á vez unha das poucas armas simbólicas que se poden esgrimir no espazo público. Desposeídos de dereitos reais, encerrados no coche imaxinámonos suxeitos absolutos dun dereito sobre o que fantaseamos e exercemos con violencia. Do coche saen tódolos déficits, tódalas frustracións. Se a iso lle unimos que tamén é un signo externo e que costa unha pasta e un inorme esforzo para os que teñen menos medios, a agresividade aumenta. Recordo haber visto un choque en un cruce no que o propietario, en lugar de preocuparse do estado da súa parella que viaxaba con el no coche, só berraba rabioso: co que me costou!