Uno de los grandes descubrimientos comerciales para hacer frente a la crisis de consumo que la crisis financiera propició es el de las marcas blancas. El acierto comercial comienza con la denominación de esos productos que, más o menos solapadamente, nos dicen que la ausencia de marca específica mejora, por sí sola, el precio del producto. Y ya se sabe que el calificativo “blanco” ofrece confianza. A nadie se le ocurriría, por ejemplo, llamarle “marcas grises”, o “marrones”, y ya no digamos "negras".
Hay un mensaje subliminal en esta fórmula, porque ya todo el mundo sabe que la marca blanca de tal o cual establecimiento está elaborada por alguno de los fabricantes que tienen sus productos en el mismo exhibidor. El caso es que ya un 90 por ciento de los consumidores parece haberse decidido por consumir marcas blancas, si vienen avaladas por el comercio en el que se venden. Pero, como hay algunas marcas que no ofrecen sus productos para “blanquearlos”, asistimos hoy en los mensajes publicitarios a una coletilla que pretende justificar la idoneidad del producto ofertado, poniéndose la venda antes que la herida: “No producimos para otras marcas”.
Bien, dicho esto, se me ocurre que la técnica podría ser bien utilizada en política, habida cuenta de lo caras que nos salen las marcas políticas que se nos vienen ofreciendo. La fórmula ha sido puesta en práctica por ETA, que se ha ido sacando de la manga marcas blancas para poder hacer su guerra en varios frentes. Pero parece que el método no ha tenido el éxito esperado, aunque gozó de cierta aceptación durante algunos años.
Pero, ¿qué son, en realidad, las marcas blancas? Pues representan la forma en que algunos fabricantes, o algunos vendedores, fuerzan los precios a la baja sin contaminar con ese descenso a sus “marcas tradicionales” que mantienen sus precios pre crisis, mientras dan salida a su producción por la puerta trasera a otros precios más competitivos. Y las que no lo hacen nos recuerdan que “no fabrican para otras marcas”, lo cual creo yo que a los consumidores les da igual, pero algunos pueden ser abducidos por el mensaje subliminal de que la marca tal o cual no necesita subterfugios para seguir vendiendo.
Las marcas blancas, de todas formas, están al borde de inundar la política. De momento a esas marcas blancas se les viene llamando “transfuguismo”, pero ya veremos en qué queda todo. Porque que el PSOE decida expulsar a los ediles de Gondomar que han apoyado la moción de censura parece que para nada ha funcionado y los creadores de la “marca blanca” siguen aparentando que trabajan para la marca que los avaló para ser ediles.
En política, las marcas blancas son el resultado del divorcio cada vez mayor del electorado con las marcas tradicionales. O sea que si el partido mantiene una línea política, pero los vendedores de esa mercancía notan que sus paisanos no parecen muy conformes (o les frustra algunos "intereses"), la rebelión “light” se presenta con una puesta en escena ingeniosa: “somos la misma marca, pero en blanca”. No renuncian al paraguas de protección económica que representa la financiación de los partidos por la vía de los grupos municipales, pero ofrecen a la parroquia un producto más barato.
En la comunicación, las marcas blancas son las ediciones digitales de los periódicos, aterrorizados por el descenso de compradores del producto en papel. Pero ya el factótum de la comunicación, Rupert Murdoch, ha decidido que “el rascar se va a acabar” y que quienes quieran enterarse de lo que hay tendrán que pagar por leer sus periódicos on line. O sea, que Murdoch ha decidido reenviar el mensaje de que “no trabaja para otras marcas”.
La pregunta es inevitable: ¿ganarán los que se refugian en marcas blancas o los que no producen para otras marcas? Cualquiera lo sabe. Pero todos lo sabremos dentro de no mucho tiempo.
Sin embargo, hay algunos indicadores de por dónde pueden ir los tiros. Por ejemplo, en farmacia Las marcas blancas podrían equivaler a los productos genéricos en cuanto a su proliferación y éxito mercantil. Pero de momento parece que no, por culpa de la desconfianza de consumidores acerca de lo que pueda afectar a su salud. Los clientes de las farmacias no parecen estar muy seguros de que lo que compran sea igual de efectivo que la marca tradicional; y los que emiten las recetas argumentan que los grandes laboratorios les facilitan su formación actualizada a base de congresos, reuniones, viajes, obsequios, etc., por lo que no se sienten muy urgidos a recetar genéricos. Añádanle a ello que los pacientes suelen mostrar reticencia cuando en la receta no figura el nombre comercial al que están acostumbrados, además de que el médico tiene que esforzarse para convencerlos de que ambos productos son lo mismo.
Pero, resulte como resulte, transitamos ya por la senda del sucedáneo de calidad y vivimos en el vórtice de la confrontación, mientras alimentamos la sospecha de que las marcas tradicionales se han pasado dos pueblos con los precios de sus productos. Porque si se puede vender algo más barato y que realmente es lo mismo, ¿por qué siguen produciendo tan caro algunos? ¿De verdad que los gastos "promocionales" no se repercuten en los precios? ¿Seguro que todo eso de facilitar la formación de los médicos no se relaciona con el número de recetas de la marca patrocinadora producidas por el facultativo?
No sé yo si resistirán el envite los que “no fabrican para otras marcas”.
Critican á Xunta por non multar aos Franco por inpedir entrar na Casa
Cornide
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Comisión da Memoria Histórica denuncia "pasividade" ante os Franco.
1 comentario:
No se olvide ud. Sr. Andión que en el Concello de Mos sucede tres cuartos de lo mismo, pero con los de Afananza Pandillar (AP). Estos son tan burros que incluso en la web del Concello figuran (al menos hasta hace tres o cuatro días)como Grupo Popular Municipal del PP. Y el albañil del Louzán, o el tabernero Figueroa no saben /no contestan. Claro que en la Diputación saben mucho de marcas blancas, como su jefe de obras, el inefable Baltasar Pujales "o terror de Bouzas", que a ratos trabaja para el órgano provincial, y a ratos, y en plan particular, para los concellos "amigos" de los que cobra buena tajada. Será por tanta ocupación que ha dejado su querido Rápido de Bouzas en manos de un "experto" en temas náuticos, que lo más parecido a un partido de fútbol que ha visto en su vida es una tableta de chocolate.
¡¡Joo que tropa!!
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