IX ÉPOCA

23.6.13

«¡la cosa está que arde!»


(por esto me llamaréis incendiaria)

Cuán funesta manía de todo quemarlo. A todo prenderle fuego; de enviar al infierno a todo aquél o aquello que nos contradiga. Quemar, quemar... Ardió Somorra y Gomorra, el cura y el barbero destinan al fuego las lecturas de Alonso Quijano, queman a Juana de Arco; arde Troya, Lisboa y Londres ¡y Roma!, condenados (todos) al fuego eterno, la llama Olímpica, fahrenheit 451; se queman cientos de hectáreas en la Amazonía, en la Alemania nazi y la Holanda nazi y la Bélgica nazi y la Suecia nazi... (¡tantos se abrazaron al nazismo!) no paraban de quemar libros; ardía san Lorenzo e incontables mujeres a la hoguera —brujas las nombraban—. ¡Arder! ¡arder! ¡arder! «¿Me da fuego, por favor?» (ni pa cerillas tiene ya el personal). «No está el horno para bollos». Cuidadito con lo que echáis al fuego.

—Esa sardina ya está.
—Pero... ¡qué bonitos ojos tienes, morena!

(Ya te digo; al puto infierno mando yo a este tío como no me dé esa sardina.)

«¡la cosa está que arde!»

—¿Quemada yo? ¡Ja!

Ustedes lo ardan bien.

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