"Comienza hoy la derrota del PP en el Estado". Con esta lapidaria frase inicia su recorrido opositor este afortunado invento que es la Alternativa Galega de Esquerda. Pero iniciar un camino no es haberlo recorrido. A la nueva formación de éxito le aguarda un complicado y áspero trayecto, en el que la buena disposición de los caminantes será la respuesta.
Con el escrutinio todavía calentito, ya se han podido observar algunas amenazas a esta Syriza a la gallega (es decir, cocida, con pimentón picante, aceite de Quiroga y pementos de Herbón), que pretende extenderse más allá del Padornelo: algunos, que fueron responsables políticos en un BNG que, por ejemplo en Vigo, anduvo coqueteando con la corrupción y el nepotismo partidario, se lanzaban ya a considerar como únicamente suyo el triunfo, por mucho que aún hace poco anduvieran demonizando al "viejo" Beiras que ya se había apartado del escenario público para mejor analizar el comportamiento de una dirección nacionalista que él consideraba (y sigue considerando) sectaria y perjudicial para la causa.
Y es que yo creo que, desde la óptica viciada de algunos ex dirigentes del BNG hoy en ANOVA, los resultados electorales no suponen otra cosa que su triunfo sobre sus anteriores líderes, considerando que la ciudadanía les ha dado la razón sobre algo que la ciudadanía nunca tuvo demasiado en cuenta. Ahora, teniendo que asimilar el tirón electoral de Beiras, mucho me temo que no sean capaces de entender que se trata de otra cosa.
Allá por los primeros años 90 del siglo pasado, una iniciativa de Esquerda Galega, que contaba con tres diputados en el Parlamento Galego, inició un acercamiento a lo que entonces era Esquerda Unida, de modo que propuestas de EG fuesen defendidas en el Parlamento del Estado por el grupo de IU, mientras que la de ésta serían vehiculadas en Galicia por EG.
Un viaje a Madrid y una reunión de Xesús Costas con la cúpula de Izquierda Unida (estaban Paco Frutos, segundo del PCE tras Anguita, y Jaime Sartorius, ambos de la dirección Federal de IU) significaba un primer paso para solventar la vieja querella entre nacionalismo y marxismo. En aquella reunión, en la que se expusieron pretensiones, sugerencias, análisis y todo lo que en estas circunstancias se exhibe, Paco Frutos se salió por un registro no esperado: "Por qué no constituís en Galicia una Esquerda Galega Unida, o una Unidade de Esquerda Galega, o unos Galegos Unidos pola Esquerda, o lo que sea, que nosotros no vamos a oponernos ni a repetir el error que cometimos en Euskadi".
Se refería Frutos a la decisión del Partido Comunista de Euskadi, dirigido por Roberto Lertxundi, de integrarse en la Euskadiko Esquerra que representaba Mario Onaindía. Entonces, desde Madrid se recompuso otro PC de Euskadi, con desastrosos resultados, tanto electorales como sociales.
En aquella reunión se habló de la necesaria unidad orgánica del nacionalismo de izquierdas y el marxismo, de tal modo que se forjasen las bases teóricas, y prácticas, de una recomposición de la izquierda sin limitaciones territoriales. Según Frutos, con el que Costas coincidía, ambas ideologías estaban abocadas a realizar en común un largo tramo de sus respectivos recorridos. No cuajó el asunto porque, sobre todo en una parte de EG, prevaleció el egoísmo y un triunfalismo que, al final, terminó con Camilo Nogueira en el Bloque y con EG volatilizada.
Ahora estamos ante un reto similar que, si se mantiene el ya conocido sectarismo de algunos pretendiendo capitalizar para su rinconcito el éxito indudable de la coalición AGE, volverá a dar al traste con este ilusionante proyecto para buena parte de la izquierda real que lo respaldó en las urnas. Creo que Beiras lo tiene claro, y que también lo tiene claro Yolanda Díaz y el aparato que representa: o se construyen, simultáneamente, un aparato eficaz y un discurso superador de la dialéctica nacionalismo-marxismo o todo el esfuerzo se irá por el desagüe de la decepción.
Si los responsables de este éxito electoral logran diluir los inevitables sectarismos que ya se han comenzado a notar, hay un camino cierto hacia el éxito político y electoral. Estos cuatro años de oposición tendrán que servir para allegar voluntades, además de fortalecer las propias, sin olvidar que los resultados actuales no son sólo el logro de EU y ANOVA, porque personajes como Méndez Ferrín o Mariano Abalo y su FPG, junto a las voluntades orgánicas de EQUO y Espazo Ecosocialista Galego, no pueden ser ignorados como componentes de una idea que parece estar tomando cuerpo.
Pero, para que izquierda y nacionalismo lleguen a tener en Galicia un espacio alternativo, el BNG debe dejar a un lado su apuesta hegemónica, EU comprender que las aspiraciones nacionalistas no son un obstáculo, y lanzar manos tendidas y abiertas a otras formaciones, sin caer en la trampa de formar un frente nacionalista (con marxistas, maoistas, socialdemócratas, derecha localista y epígonos) que ha sido el germen de la fragmentación del Bloque.
Por lo que parece, en la nueva formación (que debe buscarse un nombre y un logo atractivos y un discurso coherente) la tendencia es a formar ese frente aglutinando a la izquierda y a los movimientos sociales críticos con el sistema. La derecha tiene su espacio, absolutamente incompatible con una izquierda que merezca tal catalogación,
Creo que la primera tarea de AGE debería ser, ahora mismo, la abolición de los símbolos identificativos de los grupos que la han constituido, aunque sólo sea (que ha de haber más) para ofrecer a la ciudadanía una referencia coherente y alejar los fantasmas de la fragmentación sectaria, de la que nadie está libre pero a la que se debe prestar la atención que merece.
Si es así, la ciudadanía y electorado lo premiarán.
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