IX ÉPOCA

15.10.12

El ganapierde

Estamos a punto de unas elecciones en las que nos jugamos algo más que si este desmadre lo gestionará el PP, un bipartito, un multipartito o quien sea. Nos jugamos seguir la senda marcada por quienes han diseñado este juego, que se parece como un huevo a otro al conocido como "ganapierde". En este juego, de lo que se trata es de obligar al contrario a ganar; si se consigue, se gana el juego perdiéndolo.

Y acabamos de asistir al reconocimiento, urbi et orbe, del triunfo de la economía sobre la moral, la decencia,  el interés general y la política. Si, también sobre la política, porque están tratando de arrastrarnos a la bovina aceptación de que la política ha de supeditarse a las reglas de la economía. Claro que no se trata de Economía en el mismo sentido que usted entiende; se trata de un juego diseñado para que pierda todo dios para que puedan ganar unos pocos. O sea que, en la medida que creas que ganas estás perdiendo

Acaban de dar el Premio Nobel de Economía a dos profesionales cuya aportación a los problemas que padecemos es su aguda interpretación de cómo han de comportarse "los mercados". Aportan ambos unas jugosas investigaciones sobre la dinámica del juego, en concordancia con la supremacía de ese juego de azar con trampas llamado Bolsa de Valores. Y se corresponde esto con aquella idea que surgió tras el desastre bursátil de 2008, con la caída de Goldman Sachs, de que había que "reformular el sistema"; no cambiarlo, no sustituirlo, no arbitrar otras fórmulas; sólo "reformularlo".

Confieso que no he leído los trabajos de los dos economistas premiados, pero entre líneas surge una figura que ha hecho más daño a la población que ninguna otra: Adam Smith. El autor de "La riqueza de las naciones" aportó la más demoledora interpretación de lo que una cuestión moral significa, elevando a la categoría de bien apetecible el egoísmo. Según Smith, que ha servido de coartada a todos los inmorales depredadores del mundo desde el siglo XVIII, el egoísta que quiere enriquecerse está, sin pretenderlo así, contribuyendo al bienestar de los demás. Esta teoría de "la mano invisible" que actúa para repartir algo, sería ampliada con la conocida como "del caballo y el gorrión", según la cual, que el pesebre del caballo esté repleto beneficia al gorrión que se alimenta de los desperdicios.

Por si se me escapan cosas he decidido volver a castigarme con la relectura de A. Smith, que no fue un economista en el sentido que hoy tiene la palabra, sino un moralista epígono de la llamada moral calvinista del éxito, según la cual hay nobleza moral en el deseo de éxito y enriquecimiento, y a ella debemos el desarrollo  y crecimiento que "disfrutamos".

Pero lo que realmente me espanta es el hecho de que nadie esté poniendo en cuestión las bases mismas del sistema que nos ha traído hasta aquí; que nadie se haya esforzado por construir un entramado ideológico en el que resulte verosímil la mejora de la vida  fuera del perverso marco de la "economía de mercado", y que hayan logrado convencernos de que sólo dentro del sistema actual hay esperanzas, por mucho que nos sigan dando con ellas en las narices.

En el ordenador de cada uno de ustedes hay un juego, el solitario, que resulta ser como una síntesis de lo que nos espera con este sistema: no hay manera de ganar más allá del 15 por ciento de los juegos. Hagan ustedes la prueba y comprueben, después de algunas decenas de intentos, que no logran superar aquella barrera.

Pues en el sistema que padecemos pasa lo mismo; no es que no puedas ganar, es que tienes limitado el éxito, no de uno en uno, sino en general. Vamos, que no hay manera de atender a las expectativas del 85 por ciento de los jugadores, porque la banca reserva el éxito para no más del 15 por ciento de éstos.

Y con estos pelos nos vamos a enfrentar a las urnas. Yo me pregunto, ¿para qué? Y usted debe preguntárselo también. ¿Para que sigan construyendo el parapeto que los ponga a cubierto de la frustración popular?, ¿para que nos sigan diciendo que lo más importante es que paguemos una deuda que nosotros no contrajimos?, ¿para que los mismos sigan ocupando los puestos que dan la posibilidad de legislar?, ¿para que las leyes emitidas sigan protegiendo a los que nos han robado la cartera?

Pues a mí me da que lo que hay que hacer es entregar el voto a quienes lleven en su programa, o en sus propuestas ideológicas, el rechazo al sistema. Y, si no, pues atengámonos a las consecuencias, como hasta ahora, ¿no?

O qué se creen ustedes.

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