señala, hoy en su artículo Vila-Matas.
Y ahí nos queda todo ese hacer, reverberando, de Cy Twombly. Este artista estadounidense, residente en Italia desde la década de los sesenta del pasado siglo XX, falleció ayer en Roma a los 83 años de edad.
El artista que del nuevo mundo viró su mirada al mundo de la antigüedad; se instaló en él, lo leyó, lo habitó y lo reescribió con unos lápices y brochas —que no pinceles— activados por gestos perezosos y dubitativos; manieras de empuñar dichas herramientas —se podría, también, apuntar— tartamudeantes. Cómo, si no, afrontar el hacer arte en la segunda mitad del sangriento siglo XX, falsamente clausurado (las soluciones violentas en todos los periódicos aparecen cada día, y la crisis una, sino la más contundente, de esas soluciones es).
Cy Twombly deja intensa constancia en su obra de esa amargura que nos invade al constatar lo poco que hemos aprovechado, a lo largo de los siglos, el paso y el poso que tras de sí nos han legado, entre otros, Dante, Virgilio, la Batalla de Lepanto... Quizá, muy pocos como este culto artista han sabido contarnos de qué manera deberíamos revisitar a nuestros clásicos. Tanta es su relevancia (aunque no para el gran público, ¿y por qué habría de serlo?) que ha sido el primer artista, del que en vida el museo del Prado ha presentado una exposición de su obra; y qué curioso, la obra allí presentada trataba de la vigencia de la violencia ancestral: reinterpretaba, con gesto cansino, La batalla de Lepanto. Y digo lo de cansino, porque hasta cúando, cuántas veces aún tendremos que decir ya basta de fría racionalidad occidental. De la crisis actual del viejo mundo, releyendo a los clásicos, Cy Twombly nos presenta en toda su obra sus gérmenes: el olvido. Delante de esos cuadros repintados, reescritos... acometidos con gestos licuados, como llorando, no podemos contener la emoción que nos produce el volver a reencontrar la luz que de la obra de un Dante, un Virgilio...
El que olvida... desorientado camina.
Comenta en su feisbuc el MARCO que a Moby le ha gustado la globería azulosa que invade sus estancias. Encarcelada está nuestra sensibilidad ante tanta estupidez.
A la larga lo que cuenta es cómo se cuenta. De momento ni el MARCO ni el CGAC nos atraen. Y, no mientan: no sólo de presupuesto económico se trata. ¡Si al menos tartamudearan...!
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1 comentario:
¿Y quien le pone el cascabel al gato Raquel? Yo fui a visitar "EL MARCO AZUL", cuando fui invitada a "introducirme entre los globitos", lamentablemente, no me sentí con las fuerzas de una niña de seis años...subí para ver el conjunto desde las alturas, en busca de inspiración, CONCLUSIÓN: Y yo que sé!!! Solo sé que no se nada. Bicos
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