Cuando se llega a los 50 el cuerpo se va haciendo eco de las vicisitudes pasadas; la memoria se agudiza en busca del tiempo perdido; se aparecen ante nosotros los errores pasados, entremezclados con algunos felices recuerdos puntuales, y nos creemos que, con un poco de cuidado, podremos disfrutar de unos cuantos años más de sana existencia.
Pero los excesos de la juventud, la amenaza de una cierta decadencia física, la perspectiva de tener que dejar de fumar, o restringir la ingesta de esas cosas que siempre apreciamos pero que nos inundan de colesterol, acaban por amargarnos lo que debería ser el comienzo de una plenitud personal en la que lo pasado puede aplicarse al conocimiento de lo porvenir. Los más lúcidos saben que es, a partir de los 50, cuando la vida cobra un significado más real; cuando estamos en mejores condiciones para enfrentarnos a los próximos años, en la seguridad de que ya sabemos advertir las amenazas y podemos afinar mejor en el aprovechamiento de las oportunidades. Algo así como eso de que el diablo no es sabio por diablo sino por viejo.
Pero todo parece indicar que lo que debería ocurir con las personas raramente le sucede a las cosas que hacen las personas. Aunque el tango dice que veinte años no es nada, cincuenta tampoco es demasiado. Excepto para la industria de la automoción.
Este año, en que se cumplen 50 desde el nacimiento en Vigo de aquel hijo prematuro de "La Citroën", se va a celebrar con despidos camuflados en los alegres colores de unos envoltorios que se llaman "jubilación anticipada", "baja voluntaria" o ese subrepticio acrónimo llamado ERE (Expediente de Regulación de Empleo). Pero, se dulcifique como se dulcifique la expresión, el resultado es el mismo: gente a la calle y carga para los presupuestos del Estado.
Galbraith señalaba en "El crash del 29" que el desplome de la bolsa y la recesión consiguiente eran previamente conocidos por los economistas, periodistas y dirigentes políticos mucho antes de aquel "lunes negro". Pero nadie se atrevió a hacer de aguafiestas del "american dream", advirtiendo que el mercado de valores estaba traficando con humo, porque ello equivaldría a echar por tierra el "american way of life" basado en que todo es posible si en el país de las oportunidades uno aprovecha la que se le presenta.
¿Hay por aquí alguien que no sepa en qué dirección, económica y geográfica, se está moviendo desde hace años la industria automovilística? Yo creo que no. Sin embargo, nadie se atreve a dar la alerta para que lo posible nos coja preparados. Para mí que ya es tarde.
Con el relevo de Riera al frente de la factoría de Citroën en Vigo, me atreví a hablar de deslocalización, y crujieron las cuadernas de VIGOBLOG. Desde los que me llamaron derrotista, hasta los que afianzaron su ceguera con eso de que la mejor planta de producción de la multinacional francesa no podría cerrarse. Entre los comentarios a aquel post, cuya lectura recomiendo para hacerse una idea de lo que hay, hubo uno (o una) que, bajo el seudónimo de Chapela, lanzó una advertencia: "Adosados de Citroën, echen a correr", y ya ven.
Entonces dije que lo de la deslocalización no es un episodio puntual, sino un proceso que comienza con la reclamación de ayudas a los poderes públicos para que maquillen las cuentas de beneficios a base de subvenciones, desgravaciones y otras consideraciones, para iniciar, con regulaciones de empleo, paros técnicos y despidos, el final del camino.
Este es el curso natural, porque los fabricantes de automóviles no están pensando, lógicamente, en sus efectos sobre las economías locales (salvo que le sean favorables) sino en salvaguardar los beneficios económicos de su actividad. Y no hay ley que les impida coger los trastos que guardan en una "consigna" cara para trasladarlos a otra mucho más barata.
El designio de los fabricantes de automóviles, se mire desde donde se mire, es el de acercar la fabricación al mercado. Citroën llegó a Vigo, no sólo porque aquí se ofrecía una mano de obra mucho más barata que la francesa, sino porque en aquellos años se estaba dibujando el desarrollismo de los años 60, se perfilaba en el horizonte el "Plan Redia" que mejoró las carreteras y el despunte de una clase media hacía apetecible ponerle cerca un 2CV.
Eso es lo que está pasando ahora en países como China (cuarenta Españas en población de entonces), mientras que en Europa ya no caben más coches, por muchas autovías, vías de alta capacidad o corredores que se hagan.
Pero los que tienen la obligación de analizar la situación, los que cobran de todos nosotros por administrarnos los caudales y mejorar nuestro entorno, siguen empeñados en que no hay que anticiparse a nada. Siguen diciendo que aquí no va a pasar nada; que con los ajustes necesarios (que pagaremos todos) y un poco de suerte, aquí habrá Citroën para rato.
Se pueden imaginar lo contento que me pondría si el devenir próximo me demuestra que sólo soy un alarmista de esos que se dedican a los augurios catastróficos. Pero, aún en el mejor de los casos, ¿qué tendría de malo ir preparándose para un futuro aún más chungo que el presente?
Pues, ¡hala!, a ponerse a la faena de hacer otro Plan Estratégico que siga diciéndonos que vivimos en el mejor de los mundos posibles y que el futuro será aún mejor.
Pero, en un alarde de imaginación "económico productiva", ya Touriño ha dispuesto que 10 millones de euros de todos se empleen en cubrir los créditos de parados para comprarse casa y/o coche, aunque no especifica marca ni modelo.
Está claro que "o falar non ten cancelas".
Pero la Zona Franca, sí.
Y, como lo cortés no quita lo valiente, ¡Felicidades en tu 50 aniversario!
Lo que no sé es cuánto nos va a costar el regalo de cumpleaños.
Paulo Carlos López, Sumar: "Ante os que dicían que eramos flor dun día,
aquí estamos"
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Verónica Martínez Barbeiro e Paulo Carlos López, elixidos por unanimidade
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1 comentario:
Efectivamente, todo el mundo lo sabe: Uno.- la industria del automóvil no sólo no puede crecer indefinidamente, sino que su condena a la reducción mundial de su producción es inexorable (el problema del combustible, la incapacidad de la infraestructuras para soportar un número infinito de vehículos, los crisis cíclicas y/o estructurales de la economía, etc. etc.); Dos.- Vigo y comarca dependen económicamente de la industria del automóvil, pero pocos piensan en las consecuencias de sus días contados y en buscar las alternativas necesarias para que no nos convirtamos en un área deprimida y socialmente fracturada.
Ya es hora que empecemos a exigir, a los gobiernos y a los poderes públicos, las alternativas de desarrollo económico necesarias para sobrevivir; hay que dejar el monocultivo y empezar a pensar en qué bienes, servicios podemos producir que no sean tan susceptibles a los vaivenes del mercado o que sean adaptables a nuevas condiciones (económicas, financieras o de cualquier otra índole).
No es admisible que se financie a Citroen con dinero público, por lo de siempre: cuando obtenían beneficios a mí no me regalaron nada, se lo repartían todos entre ellos; ahora si hay pérdidas, tengo que aportar mi dinero privado (a través de los impuestos) para que no dejen de ganar con la coartada de mantener el empleo y evitar ese grave problema social que es el desempleo.
Los gobiernos tienen que invertir mi dinero y el de todos en generar las alternativas ¡productivas! necesarias a este multinacional sector del automóvil.
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