Sube y baja

Bueno, vale, a la rampa del Centro Comercial A Laxe le vamos a añadir un funicular. Consideraciones sobre su oportunidad, idoneidad y necesidad aparte, se me ocurre ofrecerles un modelo magnífico para el nuevo ingenio que se nos propone, por si la solución adoptada resultase de la mejor idea posible.
A muy pocos kilómetros de Vigo, según se viaja hacia el sursureste, hay una ciudad portuguesa que a mí me encanta. Se trata de Braga. Si se cruza la ciudad se llega hasta un parque increíble en la cima de un monte, con el clásico templo barroco que ilustra la mayoría de las elevaciones del terreno en Portugal. El santuario, lugar de peregrinaje, se llama O Bom Jesus do Monte y se puede acceder a él en coche por una tortuosa y bien cuidada pista, pero también ascendiendo directamente en el "Elevador".
El "elevador" del Bom Jesus es un curiosísimo artefacto, cuyo uso recomiendo, que salva un desnivel de 116 metros en un trayecto de 274 metros, a una velocidad de, aproximadamente, 18 kms/h.
Pero lo más curioso de este ingenio construido en 1882 es que mantiene el sistema de funcionamiento original: está accionado por agua. Nada más. No es que tenga un motor de agua, sino que lo que hace que sus dos vagones con capacidad para 38 pasajeros suban y bajen es, sencillamente, la gravedad.
El funicular consta, como decía, de dos vagones, unidos por un cable de 38 mm. de grosor, que se sitúan uno arriba y otro abajo del trayecto. Los vagones tienen un gran depósito de agua debajo, que llenan del líquido que proporciona un regato procedente de un laguito (con sus barquitas y todo) situado en lo más alto del parque. Cuando el vagón superior está lleno de agua (y el inferior la ha vaciado), el operario libera el freno y el peso del agua resulta suficiente para que descienda, arrastrando hacia arriba al otro vagón. Cuando aquel llega abajo vacía su depósito en el cauce del regato que lo alimentó cuando estaba arriba y embarca a los pasajeros.
Para mí que ese sí que es desarrollo sostenible. Ni una gota de energía ajena a la que proporcionan las leyes de Newton se usa allí, y ni una gota de agua del regato se pierde. El vagón que sube vacío de agua, baja lleno por culpa de la fuerza de la gravedad o en su defecto, como decía el sargento aquel de la mili, por su propio peso. Y así lleva, subiendo y bajando, 126 años sin gastar ni un duro en electricidad, gasóleo o lo que sea.
Pero, acabo de caer en la cuenta de la pega que tiene esta idea que a mí me parece tan buena: no hay que gastarse mucho en ella. Y por aquí ya sabemos cómo y por qué se hacen las cosas.
Sea como sea, si tienen un par de horas libres para acercarse hasta Braga, les recomiendo una visita al Bom Jesus a bordo do "Elevador", que por la sinuosa carretera de acceso ya me imagino que lo habrán hecho. Si, de paso, invitan a Caballero y a Santidomínguez al paseo, miel sobre hojuelas. Aunque seguro que le ponen pegas, como hizo (lo juro) el finado de Agustín Arca cuando se dio un paseo por el Parque Güell, en Barcelona, y se dio cuenta de que faltaban bordillos de cemento o piedra para distinguir jardines de caminos.
Pero por aquí seguiremos descubriendo el Mediterráneo, a tanto el metro cuadrado de lámina de agua.
Menos mal que nos queda Portugal, querido Siniestro Julián.