IX ÉPOCA

9.2.11

Cementerio


Gibellina, un pueblo que ya había sido destruido por otro seísmo y reconstruido dos siglos antes, sufrió en 1968 un nuevo desastre sísmico. Volvió a reconstruirse para dar lugar, a 20 kilómetros de allí a la Gibellina Nuova. Pero alguien quiso inmortalizar el recurrente desastre y casi veinte años después encargó a un arquitecto, Alberto Burri, que hiciese algo con las ruinas de la Vechia Gibellina.
Y Burri hizo un cementerio, ciñéndose a la literalidad de la expresión, a base de cemento y escombros. Ideó un espacio como si de una parcela de tierra cuarteada se tratase, que da la impresión de un laberinto urbano. El arquitecto hizo una escultura en la ladera de una colina, cubriendo el espacio que ocupaba la ciudad destruida con bloques de cemento blanco de un metro y medio de alto. Y así quedó. No tiene nada dentro; no hay archivos, ni salas de exposiciones, ni bibliotecas, ni multiusos, ni nada de nada, excepto cemento blanco. Durante algún tiempo resultó un cierto reclamo turístico, supongo que por la novedad, hasta que dejó de serlo.
Ahora, un historiador, Williams Curtis, se ha atrevido a sugerir que el proyecto de Eisenman para el mausoleo fraguiano de Monte Gaiás no es más que un plagio del Cretto di Burri de Gibellina.
Sea un plagio o un guiño a la ocurrencia de Burri, lo cierto es que el parecido conceptual de la Cidade da Cultura con aquella escultura en plan "land art" es más que evidente.
Así, mientras que Burri pensó en un cementerio sin tumbas en donde hubo un montón de enterrados por el terremoto, Eisenman ha pensado una colina arquitectónica donde ya había una colina geológica.
Lo peor es que el pasado parece empeñado en demostrar que, aunque las pirámides sigan siendo un foco de atención universal, otras megalomanías no tienen garantizado el éxito histórico. A lo más, habrá que recordar aquello de que la historia, cuando repite una tragedia lo hace en forma de comedia (o viceversa, que tanto monta).
Y en éstas estamos, gastándonos lo que no tenemos, por si las generaciones venideras, que se anuncian tan laicas, tan irreligiosas, acaban por sustituir la visita a la tumba del Apóstol por la peregrinación al Gaiás y vienen a dejarse sus dineros en Compostela.
Total, el Camino ya está hecho y su final no dejaría de ser una tumba...

3 comentarios:

Ana Bande dixo...

os invito a comprobar personalmente, como lo he hecho yo, que en realidad NO EXISTE, por lo menos la BIBLIOTECA GALLEGA, probad a buscar un teléfono de contacto y a querer obtener en préstamo algún libro, que es el servicio más elemental...animaos, animaos...

Marcos Andión dixo...

Las tumbas, Ana, tienen eso: están ahí, pero no hay vida dentro.

Anónimo dixo...

Las tumbas tienen sus atractivo, y generan pasta. Las pirámides...
Ay, el mito de la perdurabilidad.

Ramses II