IX ÉPOCA

18.12.09

La lucha por la vida continua





Se desplazan los continentes a una velocidad de dos centímetros por año; las fronteras, a mayor velocidad, y capricho de intereses (no siempre aceptables). Los humanos, además de raíces (¿espirituales?), tenemos dos piernas (cada uno) y no cesamos de movernos de un lugar a otro. Los pueblos, desde que hay memoria, mudaron de residencia con el fin de minimizar los niveles de incertidumbre que amenazan su existencia (migraciones, nunca interrumpidas).
La vida surgió en nuestro planeta hace unos 3.800.000.000 de años. A medida que fue aumentando la población, los humanos fueron institucionalizando las formas de agruparse.
Si la vida es interacción (química), que duda cabe de que es en la piel, en la periferia, la frontera, el límite... el lugar por antonomasia donde se genera la novedad que enriquece y mejora nuestro estar aquí; es decir, progresamos, evolucionamos en función de las interacciones ocurridas siempre por los contactos: la piel es el lugar de los acontecimientos.
Luchar por fijar límites estables para cualquier modo de organización humana es una manera de fosilizar la vida, es, digámoslo con precisión, morir.
El problema más acuciante de la humanidad, no lo olvidemos, es el HAMBRE que padecen más de 1.000.000.000 de personas en este mundo nuestro. Cuando sentimos HAMBRE, todo lo demás es música celestial.
Sean cuales sean los pactos y mediaciones que han logrado el que Aminetu haya depuesto su huelga de hambre, deben de ser asumidas, unos y otras, con gratitud: la mediación, la interacción no violenta ha evitado una muerte. Salvado este final, siempre inútil, deberemos inaugurar un debate sobre los objetivos que llevaron a esta mujer, hoy por hoy —¿por qué habrá de ser vergonzante el calificativo, si sabemos que es transitorio?— marroquí a poner en peligro su vida.
Si la estabilidad fuese un fin apetecible, yo quisiera ser piedra (preciosa, a ser posible).
No pocas y pocos nos alegramos, Aminetu, de tu vuelta a casa. La lucha por la vida continúa.

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