--A mí lo que me gusta es jugar al poker y perder...--¿Y ganar?--Hombre, es que ganar tiene que ser la hostia.Lo que tiene que ser de otro mundo, por más que lo veamos ya en éste, es lo de ganar perdiendo.
Y claro que lo estamos viendo en este micromundo al que, para entendernos, llamamos Vigo.
Y es que no hay nada como hacer de la necesidad virtud.
La tan ansiada (¿por quién?) Universiada se la lleva un mejor postor, pero ya los beneficiarios de la ocurrencia se han aprestado a ponerse la venda antes que la herida y se han conjurado para la siguiente partida (ansiada/Universiada, herida/partida: casi estoy por seguir en verso y con rima consonante, que se me ha disparado el emisor de ripios).
No hemos conseguido la Universiada (¡uuf!), pero hemos ganado en experiencia y, además, para la próxima convocatoria ya tendremos a punto todo lo que, de ésta, teníamos sólo prometido.
--Vale, pero ¿qué pasa con el dinero que nos habéis gastado en algo que nadie demandaba, a no ser el Santidomínguez, que no encontraba otro "proyecto emblemático" para su segundona figura municipal?--No ha sido gastado, sino invertido...--Vale, pero para darle la vuelta no hacía falta que cambiara de manos.--Invertido, no volteado; es decir, empleado en algo prometedoramente productivo.--O sea que íbamos a ganar un montón de pasta si nos llegan a conceder el momio ese.--Bueno, todos no; pero algunos esperábamos mayores beneficios.--Hombre, algo se habrá quedado por aquí del dinero "invertido", ¿no?
--Si, pero ya lo hemos puesto a plazo fijo de dos años y en naranja, que mola mucho.Es lo que tiene una ciudad agrandada en las últimas décadas a golpe de ocurrencias. Hace años, las ocurrencias estaban a cargo de gentes de aquí de toda la vida y, aunque no dejaran de ser ocurrencias, parecían como más autóctonas. Leri soñaba con funiculares, Agustín Arca con reproducciones a escala (en plan Famóbil o Señorita Pepis) de la mismísima Ría de Vigo, ríos en forma de fuentes públicas, alamedas para todo de diseño
"mini malista", ríos navegables de cauce de cemento sobre la arena de Samil...
Y nos fueron dejando la ciudad festoneada de volcanes virtuales, enlosetados para canchas de baloncesto
"por un Vigo millor", paseos marítimos casi inaccesibles o ganados a los arenales, etc.
Pero la cosa fue ganando nivel en la consideración ciudadana hasta alcanzar las más altas cotas de provincianismo hortera, de tal modo que desde hace ya tres o cuatro lustros no hay candidato a la alcaldía que no traiga bajo el brazo un "proyecto emblemático". Y, claro, como aquí no repite de alcalde ni Dios, cada cuatro años, proyecto emblemático que te crió.
Carlos Príncipe, que, como no se había presentado como candidato, no llevaba ningún "proyecto emblemático" se enfrascó en un Plan Estratégico cuya aparente estrategia consistía en limar asperezas con el empresariado asociado y darle por el palo elevando de categoría una sugerencia de la Confederación de Empresarios y lo que aún era Caixavigo. También tuvo su momento con la presentación de un plan, como "Abrir Vigo al Mar", que se quedó en "abrir Vigo al bar", mientras crecían edificaciones de toda laya justo por donde habría que haber dejado huecos para la vista de la ría.
En su primera presentación como candidato, y creyéndose que iba sobrado, sucumbió ante la osadía y buen hacer de un Manuel Pérez que saltó a la palestra con un "proyecto emblemático": la famosísima y, afortunadamente, nunca concretada Colina Encantada.
Lois Pérez Castrillo, que se encontró con la alcaldía de forma totalmente sorpresiva, no tenía "proyecto emblemático", pero se lo encontró ya en marcha: Auditorio (que fue el caramelo concedido a su consocio Príncipe). Luego, para enmendarle la plana a su antecesor, se hizo su propio Plan Estratégico.
Luego vino lo de Ventura Pérez Mariño, que duró lo que un chocolate a la puerta de un colegio porque tenía la peregrina idea de arreglar la casa por dentro y racionalizar eso de la gobernación de la ciudad. Claro, como "proyecto emblemático" no daba para casi nada y hubo de sucumbir al populismo-ladrillismo enarbolado por la
joint venture Porro-Toba, que hizo del asunto de Finca do Conde, "el mayor centro comercial de Galicia", estandarte de progreso y acicate de la autocomplacencia de corredoira con la que creían narcotizarnos.
Tampoco Corina logró reelección, a pesar de que encabezó la ocurrencia de hacer de Vigo una ciudad-maceta, donde colocar esas flores que la hacían esquizofrénica (
"soy una esquizofrénica de las flores", dijo un día en un alarde de viguismo irrefrenable, mientras se acomodaba en Vilaboa para tener una mejor perspectiva de la ciudad).
Y todo porque el astuto Caballero se le presentó con un verdadero "proyecto emblemático", siguiendo la exitosa senda abierta por Manuel Pérez: el mismísimo Jean Nouvel nos haría el auténtico, el genuino, el incomparable, "edificio emblemático", casi en medio de la emblemática Ría de Vigo. Por si su capacidad de enganche no fuera suficiente, un poco de
dinamita p'a los pollos en forma de Noria Gigante Que Te Cagas. Y, claro, ganó.
Y de Santi, qué. Pues, como aquel personaje de Pepe Iglesias (El Zorro, zorrito, para mayores y pequeñitos), "El pobre Fernández", de él nunca más se supo.
Pero ya sus asesores aúlicos le preparaban una salida brillante, que para eso aspiraba a co-alcalde. Y ¿qué mejor que buscar por los ámbitos en los que Santi había hecho de su casi nada existencial un casi algo vital?
--¡¡Eureka!! Lo tenemos.
--¿Tenéis qué?
--La Universiada.
--¿La qué? ¿Pero no tenemos ya una?
--Universiada, no Universidad. Se trata de un magno acontecimiento universal, como su propio nombre indica, que cada dos años, reúne en una importante ciudad del mundo a todos los atletas que cursan estudios universitarios.
--Hombre, pues eso estaría bien, porque lo de los deportes es lo mío. Además, está muy bien eso de hermanar el deporte con el saber, que ya me lo habían dicho, aunque yo solo tuve tiempo para ir al fútbol, o al baloncesto...
Y, así, aunque el Caballero no hace más que inmiscuírsele en sus competencias, Santi tuvo ya su propio "proyecto emblemático" con el que presentarse a las próximas elecciones y poder ser "Califa en lugar del Califa". Cierto que en la carrera de emblematismos tendrá que lidiar con el que ya prepara Caballero para la Plaza de El Rei, exhibiendo al bueno de Moneo para el meneo.
Ahora, tan satisfecho con el fracaso como el jugador de poker del principio, Santidomínguez saca pecho y nos dice lo mucho que le ha gustado perder y
que ya veremos en el 2015.