
El fantástico partido entre Roger
Federer y Rafael
Nadal, que aún colea en las secciones de deportes de los periódicos, me dio por recordar algunas de las anécdotas de este deporte que comencé a ver cuando la televisión era única, en blanco y negro y por aquí ya se conocía de oídas a un tal Manolo
Santana, quien creo que visitó Vigo alguna vez para participar en torneos que organizaba el Club de Campo.
Para empezar, diré que Nadal le hizo a Federer lo mismito que años ante le había hecho John
MacEnroe (
"¡Bromea o qué!") al por entonces imbatible sueco Björn
Borg: impedir que ganase su sexto Wimbledon consecutivo. A partir de ahí, ya saben... También debo decir que el Nadal-Federer
no fue el partido más largo de la historia de Wimbledon, como explicaré más adelante. Pero, vamos a lo de las anécdotas:
Comenzaba la era "open", tras una dura pugna entre lo que se conocía como "amateurismo marrón" y el profesionalismo. Finalizaba la década de "los 60" y en las competiciones de
"lawn tennis" (que así comenzó llamándose este deporte) había dos categorías: aficionados y profesionales. Los primeros eran los únicos que podían jugar la
"Davis cup", que se suponía reservada para quienes no formaban parte del llamado "circo Kramer", que reunía a los jugadores contratados por Jack Kramer para jugar torneos en los que el premio en dinero era abiertamente admitido. Frente a ellos, la hipocresía de que jugadores como John
Newcombe, Roy
Emerson, Manuel Santana o Dennis
Ralston no cobraban por jugar había dado lugar al mencionado "amateurismo marrón".
El primer partido de aquel torneo
"open" de 1969 enfrentaba a un veterano profesional, Pancho
González, con un joven
"amateur", Charlie
Passarell. El resultado fue
el partido más largo de la historia y que daría paso a la invención del
"tie break" o "muerte súbita".
González tenía 41 años y Passarell 25. El partido duró
¡dos días!, porque los dos tenistas se negaban a darse por vencidos y cada set aún había que ganarlo por dos juegos de diferencia. Atención al resultado:
22-24, 1-6, 16-14, 6-3, 11-9. Ganó el "viejo", después de remontar los dos primeros sets que ganó el "joven", tras
5 horas y 12 minutos de juego.
Alguien, entonces, se percató de que la posibilidad de que un partido no se acabase nunca era más que real. Y se inventó lo del
"tie break",
"muerte súbita" o
"jeu decisif", según se dijera en inglés, castellano o francés. En 1970 se generalizó esta regla.
El anecdotario de Winbledon, más allá de los elogios que provocó el enfrentamiento Federer-Nadal, da para todo.
El primer español que ganó el trofeo fue Manuel Santana, en 1966. Cuando la duquesa de Kent le entregó el trofeo, Santana cayó en un error protocolario, víctima posiblemente de la "cortesía" caballeresca de besar la mano de una dama. Pero el protocolo obligó a la duquesa a retirársela, porque lo estipulado era, simplemente, una breve inclinación de cabeza. Al igual que en el caso de Nadal y su naturalidad saltándose el protocolo y la estructura del
All English Club para saludar a los príncipes de Asturias, la prensa de la época señaló amablemente el gazapo de aquel "caballero español".
Pero al año siguiente, y de acuerdo con la costumbre, el partido inaugural del torneo de Wimbledon se disputaba entre un novato y el último ganador. El norteamericano Charles Passarell, que dos años después protagonizaría el inacabable encuentro con Pancho González, se encargó de eliminar a las primeras de cambio al poseedor del título.
A pesar de estar hablando de Wimbledon, no me resisto a narrar algunas otras anécdotas de este mundo de la raqueta. Fue en Roland Garros y se enfrentaban en la final el gran Ivan
Lendl y el

pequeño (en todos los sentidos: tenía 17 años) Michael
Chang, un chino-norteamericano, que acabaría venciendo y siendo el más joven ganador de ese torneo.
Nunca podré olvidar la "astucia" del chino. Caracterizado por su potente servicio (empezaba la era de los "cañoneros"), Chang disputaba un punto decisivo (ganaba por 4-3 en el 5º set y servía para el 5-3) y Lendl esperaba su cañonazo al fondo de la pista. Ante el asombro general, el chino hizo un saque inverosímil ¡por debajo del brazo!, o lo que por aquí se llamaba "de sobaquillo", y se consideraba propio de principiantes. Ganó el punto, obligando a Lendl a correr como un loco para llegar en condiciones a la "inocente" bola, y el partido. Fascinante, más aún porque
encontré un video de la "jugada". Podeis disfrutar de esta genialidad del chaval.
En 1965, el equipo español de Copa Davis se enfrentaba con el potentísimo de EE.UU., que traía en sus filas al por entonces nº 1 del tenis "aficionado", Denis
Ralston, y llegaba a Barcelona en plan de asistir a un mero trámite frente a aquellos Manuel Santana, Joan
Gisbert, José Luis
Arilla y Juan Manuel
Couder. El último partido debía enfrentar a Santana con Ralston, pero ya España ganaba por 4-0, y Manolo decidió "lesionarse". Fue
sustituido por J.M. Couder, un jugador de los de antes, cetrino y con su bigotito facha en ristre, que hacía posturitas muy ortodoxas y lo devolvía todo.
Ralston, un rubio americano, altanero y más desagradable que un resfriado en verano, acabó

desesperado en el primer set, que perdió por 6-4, sin encontrar la forma de mandarle una pelota a Couder y que éste no se la devolviese envuelta en unos efectos incomprensibles para el yanky, volviéndolo loco a base de dejadas y globos (entonces aún se decía
"lobs",
"passing shot",
"net"). Al final ganó Ralston, 4-6, 6.4, 6-3, 6-3, totalmente desquiciado por aquel muro con bigotito, y los norteamericanos se fueron para casa con el rabo entre las piernas. Al año siguiente, Ralston podría medirse con Santana: mal momento, porque Manolo aprovechó aquella final contra el

norteamericano para ganar su título de Wimbledon.
¡Marditoz roedorez! debió decir el rubio al contemplar aquella sonrisa cargada de piños que exhibía Manolo Santana.
Diez años después, Joan Gisbert protagonizaría una de las remontadas más épicas, en una final inter-zonas de la Copa Davis, frente al ruso Alexander
Metreveli. Gisbert perdía por 2 sets a 0 y Metreveli disponía, en el 3º set de punto de partido (
"match point", se decía entonces) con su servicio. Me dispuse a ver el final del encuentro. Imposible: Gisbert acabó ganando después de levantar
¡SIETE match points! Vi aquel partido en la televisión de un bar próximo a la calle Areal (entonces Arenal), donde entré a tomar una caña y por poco me emborracho porque no había forma de ganarle a aquel pesado sin consumir los 5 sets, ni casi nunca ganaba él en menos parciales.
En fin, que me apetecía contar todo esto, por si os ilustra y/u os divierte.