IX ÉPOCA

26.11.15

Cuánto ferralleiro de Dios

Me cago en las letras gallegas, y sobre todo sobre todo en sus reales academias. Carlos, querido Carlos, no tienen ningún derecho ¡ninguno! Son unos mecánicos de la lengua, unos ferralleiros de la palabra: la martillean, la comprimen… ¡la ahogan! hacen que aquellos y aquellas que la mantuvieron durante siglos se avergüencen ahora al usarla. Ya les vale. Ya les vale. Osados. Las letras gallegas, junto a las de Uxío Novoneyra, son, por derecho natural las tuyas. Porque la poesía es oral, oración ¡sonido! Tus palabras, querido Carlos, las has dicho en esta tierra, y son, por lo tanto, gallegas. Y el panteón de gallegos y gallegas ilustres será un cobertizo si en él no te sitúan; un cobertizo. “Dejad que el trigo crezca en las fronteras” nos has repetido tantas y tantas veces. Y nosotros: venga muritos que si de perpiaño, que si de chantas de pizarra… somieres también. Vaya paisiño, mi querido Carlos. Muchas mañanas, antes del mediodía lo hicimos y qué bien lo hacíamos, mientras, ellos, los ferralleiros de la palabra, trabajaban. Y mirábamos esos barcos de mástiles desnudos (como sus versastros) amarrados en los muelles; y nos decíamos: deberían ser nuestros; nuestros porque nosotros habíamos renunciado a lo seguro , al amarre, y generábamos, antes del mediodía, tiempo para aproarlos fuera de las dársenas, de las reales academias. ¿Acaso tenían el latín, el griego, el sánscrito, el acadio… reales academias, acaso la tenían? Y ahí tenemos, tersos aquellos versos todos a nuestra disposición. ¿Necesitó Ibn Hazm o Miguel de Cervantes u Homero y tantos y tantas de real academia alguna, la necesitaron? Mira que tiene palabras el castellano, y no te eran suficientes, y tuviste que inventar nuevas palabras para decir lo que nos conmueve. Querido Carlos, cuánto nos hemos reído imaginando todos estos discursillos al pie de tu ataúd dichos por aquellos que tanto y tanto te ignoraron. Querido, mi querido Carlos. Ya te has ido para siempre. Lo haré de cuando en cuando, recordándote (puro onanismo, no me queda otra), recordándonos. Cada 17 de mayo escribiré en algún murito “Dejad que el trigo crezca en las fronteras. Oroza”. ¡Ferralleiros! Que son unos ferralleiros.